Este mes de a poco me he estado cambiando a la casa de mi papá, son 10 años aprox sin volver a mi antigua pieza. Puse mallas y me instalé con mi gata. Hoy fuimos a buscar mi escritorio, cuando habíamos salido del condominio recordé que no llevábamos el carrito del supermeado para ponerlo arriba, entonces mi papá me dice:
¿para qué
lo quieres? Traigamos el escritorio juntos.
No me lo
puedo, le dije, a lo que él respondió.
Tienes 30 años y no tienes la fuerza para
traerte tu escritorio, vamos sin el carro.
Fue una
situación extraña, podría decir que, como soy mujer no me lo puedo, es muy
grande, pesa mucho, no tengo la fuerza, pero… el género nunca fue una excusa
para mi papá, y lo encuentro excelente, es que la verdad, tengo 30 años y no
hago nada de ejercicio, estoy lánguida. Recordé cuando estábamos en el campo,
tenía unos 13 años y al caer la tarde íbamos a buscar leña, mi papá jamás me
ayudo con las ramas que elegía, que en ocasiones solían ser el triple de mi
porte, me reclamaba por ser débil, pero nunca tomó mi rama y la llevó por mí,
caminaba más lento mientras me decía, tienes que hacer esto más seguido, es
importante tener fuerza, como no te puedes esa rama… Hoy fue similar “como no
te puedes tu escritorio”, y al final terminé yendo a buscar el carrito, es que
enserio, sabía que no tenía la fuerza traérmelo (jejeje), tengo que hacer
ejercicio lo sé.
Recién
leyendo mi blog encontré un escrito, del 30 de diciembre del 2010, hace 11
años, ahí tenía 20 años, hoy tengo 30. Esta era mi preocupación:
“A mis 20
años siento que no soy nada y me falta mucho para tener éxito, he pensado mucho
como quiero trabajar, y siempre se me cruzan los consejos de mi papá, “hija sé
independiente, ten tu propio SELLO, y las personas te van a buscar”
independencia es lo que he querido desde pequeña, mi propio mundo en donde
pueda encajar y disfrutar este torcido planeta”.
Hoy… Ya soy
independiente, tengo mi agencia y mis clientes.
Estoy
agradecida, luché y alcancé las metas que tenía cuando era adolecente.